Tras el colapso de la discoteca Jet Set en Santo Domingo, el ingeniero Roberto Marte del CIAPR advierte sobre riesgos latentes en la isla y llama a la industria de seguros a integrarse activamente en la prevención estructural
SAN JUAN, Puerto Rico – Una tragedia sin precedentes estremeció la madrugada del martes 8 de abril a la capital dominicana, cuando el techo de la discoteca Jet Set se desplomó durante una presentación del merenguero Rubby Pérez. El colapso dejó al menos 66 muertos y 155 heridos, según cifras preliminares del Centro de Operaciones de Emergencias (COE). Entre las víctimas se encuentran el propio Pérez y los exbeisbolistas Octavio Dotel y Tony Blanco, así como la gobernadora de Montecristi, Nelsy Cruz. El presidente Luis Abinader decretó tres días de duelo nacional.
La tragedia ha desatado una oleada de cuestionamientos sobre el mantenimiento de estructuras en espacios de alta concurrencia. El local, con más de 40 años de historia, habría sufrido daños previos por fuego y albergaba, al momento del colapso, una planta eléctrica pesada colocada sobre su techo.
Una falla que también puede pasar aquí
Para el ingeniero Roberto Marte, del Colegio de Ingenieros y Agrimensores de Puerto Rico (CIAPR), este tipo de casos refleja una realidad común en el Caribe: intervenciones estructurales hechas sin análisis de carga ni verificación técnica. En Puerto Rico, situaciones similares se repiten con frecuencia cuando se instalan tanques de agua, plantas eléctricas u otras cargas sin consultar a un profesional.
Actualmente, no existe en la isla una legislación que obligue a los propietarios a realizar inspecciones estructurales periódicas. Desde el CIAPR se impulsa una propuesta para que, al alcanzar los 40 años, toda estructura sea evaluada por un equipo profesional multidisciplinario —ingeniería civil, mecánica, eléctrica, sanitaria, pluvial y contra incendios—. El marco legal actual solo exige permisos para lo nuevo que se construya o modifique, sin atender el estado de las partes existentes.
Otro vacío importante es la falta de bitácoras técnicas o registros de mantenimiento. No existe costumbre ni normativa que obligue a conservar la historia estructural de una edificación, lo que complica tanto las evaluaciones de riesgo como las decisiones de compra, venta o aseguramiento. Según Marte, incluso en el caso de residencias, conservar planos, facturas de mejoras y detalles técnicos aumenta el valor de la propiedad y genera confianza.
Infraestructura envejecida y sin inventario
Aunque la mayoría de las construcciones en Puerto Rico son de menos de tres pisos, hay miles de edificaciones con más de cuatro décadas de uso, muchas de ellas en zonas costeras y expuestas al salitre. Además, estructuras construidas antes de la entrada en vigor del código sísmico en los años 70 presentan mayor vulnerabilidad. Marte advirtió que edificios como los de techo doblete — muchos de los cuales colapsaron en Ponce durante el terremoto de 2020 — y almacenes esbeltos de los años 70, 80 y 90 carecen de capacidad sísmica adecuada. Esos casos, dijo, deberían revisarse con urgencia.
Las viviendas informales construidas en laderas o sin planos aprobados también representan un riesgo alto. El acceso limitado, la falta de diseño técnico y la ausencia de inspección convierten estas estructuras en trampas en caso de colapso. “El hormigón es noble, pero cuando no puede más, se desploma”, subrayó.
Lecciones que no se deben ignorar
Eventos recientes en otros países refuerzan la preocupación. En Perú, el techo de un centro comercial colapsó sobre comensales dejando múltiples víctimas. En Oklahoma, durante una boda, una estructura metálica se vino abajo por una conexión mal ejecutada. En ambos casos, el diseño era correcto. El problema fue constructivo. Marte enfatizó que no basta con planos bien hechos: cada etapa del proceso —desde el cálculo hasta la ejecución y los materiales— debe cumplirse rigurosamente.
Un aliado clave: la industria de seguros
La industria de seguros tiene un papel decisivo en esta ecuación. Marte propuso que las compañías integren inspecciones técnicas en sus procesos de suscripción o renovación de pólizas. El riesgo debe evaluarse con base en evidencia técnica, no solo en valor comercial o ubicación. Señaló que muchas estructuras aseguradas no se inspeccionan nunca más después del primer contrato, incluso tras daños por huracanes o remodelaciones sustanciales.
“El seguro puede ser el punto de partida para que el dueño se preocupe por el estado de su propiedad. Si se demuestra que está bien mantenida y cumple con estándares, el riesgo baja. Y si el riesgo baja, la prima también debería bajar”, explicó. Añadió que esto también beneficia a las aseguradoras, que así pueden limitar su exposición en propiedades de alto riesgo oculto.
“La vida es lo más importante. El propósito de una estructura es salvar vidas. Si colapsa pero te permite salir vivo, cumplió su función. Para lo demás está el seguro”, concluyó.
El colapso en Santo Domingo ha puesto en evidencia que los riesgos estructurales no son solo responsabilidad de ingenieros y contratistas. Gobiernos, propietarios y aseguradoras deben actuar con decisión y coordinación. La seguridad estructural es, también, una gestión de riesgo financiero.